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Paradojas de la vida

  • Foto del escritor: Lola Rodríguez
    Lola Rodríguez
  • 28 ene 2023
  • 2 Min. de lectura

Miguel llevaba unos días viendo a una anciana en la puerta del banco en el que trabajaba.

La mujer, de aspecto desaliñado, de unos 80 años, pedía limosna durante casi toda la jornada de trabajo.

El jefe ya le había dicho a Miguel que saliera e intentara persuadir a la anciana para que se fuera a otra parte.

Así es que aquella mañana se propuso decirle algo aunque él sabía que no era plato de buen gusto.


- Perdón, señora, mire.... Es que ... No puede usted estar aquí...

La mujer le miró sin gesto alguno en el rostro.


-¿Por qué no puedo? Le preguntó casi sin mirarlo


- Es que entienda usted que a nuestros clientes les resulta violento verla aquí.... Enfin, hágase cargo..

-Ya... Entiendo. Se detuvo ligeramente para añadir:

- Quiero decirle algo, parece usted un buen hombre.. Para mi también fue violento que mi marido se quedara sin empresa por un accidente de tráfico, que el banco me quitara la casa, que mi único hijo terminara en la droga y no he vuelto a verlo, que mis dos carreras no sirvieran de nada porque el sistema no emplea a una mujer de 45 años que se ha volcado en ayudar a un hombre paraplejico sin casa fija...

- Así es que entre usted en su oficina y díígale a su jefe que se haga cargo.... La anciana apenas expresaba rencor, más bien cansancio.


Miguel reparó en ese momento en la mujer. Intentó ver más allá de las arrugas y el aspecto mugriento.

Y entonces se quedó helado. Todo su cuerpo se estremeció. Su existencia giró en un instante. ¡Era su madre! Y el era el drogadicto que terminó trabajando de conserje en el banco por un programa de reinsercion social. Por alguna extraña razón, nunca buscó a su madre....¡Diooooooos!


La mujer no se percató del nerviosismo de Miguel y continuó con la mano extendida ante

el paso de algún viandante.


Miguel sacó la cartera y se apresuró a darle todo lo que llevaba.


- Tenga señora... Si se pone en la acera de enfrente cada día le daré algo...


La mujer le miró ahora con cierto asombro...

- Sabía que eras buen hombre... Está bien. Ahí me pondré cada día...


Miguel entró en el edificio sin mirar atrás. Estaba confuso, asustado, temblando por emociones encontradas...


La anciana cruzó la calle para ponerse enfrente. Llevaba en la mano bien apretado el dinero que le había dado su hijo, imaginandose que él no la había reconocido...


L.R


 
 
 

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