Controla tu carácter y cambiarás tu futuro
- Lola Rodríguez
- 23 feb 2020
- 1 Min. de lectura
Llegó un peregrino al pueblo. Hacía rato que llevaba la cantimplora vacía y se moría de sed. Llamó a la primera puerta y salió Anselmo, un anciano enjuto y de gesto afable. - Qué pasa buen hombre!!?? Le dijo al peregrino. Este le extendió la cantimplora y le dijo: - ¿Puede llenarme esto de agua? El anciano tomó el recipiente y en breve salió con el agua. - Ahí tiene buen hombre le dijo con voz amable. El peregrino sediento dió un trago con ansia. Apenas sintió el agua en la boca, le cambia el gesto y la escupe con fuerza . --Ahhh, joder. Qué asco!! Qué caliente y qué mala está!!!!. Acto seguido vacíó la botella delante del viejo Anselmo mojando el quicio de la puerta. El anciano con culpa y desconcierto, le dijo con voz temblorosa- Es la que tengo. Soy pobre y no tengo para enfriar el agua. - ¡Pues haberme dicho y me voy a otra casa, puto viejo!! Escupió al suelo y llamó a la puerta del vecino Este que había visto lo sucedido le dijo: - Yo ni siquiera tengo agua, mire usted. A mí me provee Anselmo, el buen hombre al que usted acaba de insultar. Así es que si quiere agua tendrá que volver a pedirle. Es el único grifo del pueblo y en muchos kilómetros a la redonda. El peregrino con la cara desencajada por el odio le contesta: - Antes me muero! Y siguió el camino con premura. Y efectivamente no encontró agua. Murió de sed.
Texto de Lola Rodríguez. Foto de Deif Casero

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